miércoles, 14 de enero de 2009

La Corrección Imposible


Los peronistas somos incorregibles, es decir, somos ese texto maldito que no puede ser corregido.

Ese anatema sugiere que existen aquellos que son correctos o al menos corregibles. En una prueba más de la vocación sarmientina y pedagógica de la oligarquía, ese mismo principio ordenaba los campos de concentración: recuperables, irrecuperables - corregibles, incorregibles.

Los peronistas no.

Esta cuestión podría conducirnos a una serie de lugares bastante comunes y conocidos: que la oligarquía europeizada intenta corregir el texto autóctono; que ese texto, el peronismo, es la expresión de la voluntad popular y su conciencia histórica, etc. También podemos ser conducidos por caminos menos transitados que las conclusiones sabidas de antemano. Por ejemplo: aducir el caracter esencialmente oral del peronismo, su filiación evangélica, en correlación, justamente, a esa misma oralidad de su doctrina, a la necesidad de encararla como vivencia y no como letra corregible. Y también, por supuesto, podemos servirnos de este argumento para inferir conclusiones sobre cierto tipo de mirada estética que afecta lo público. (esto debería parecer inadecuado en un blog sobre literatura, pero en realidad solo estoy recorriendo el camino al revés de lo que se estila ultimamente: no de la literatura hacia lo público, sino desde la política hacia lo literario). El tema, por supuesto, es el de la fealdad.

A las masas se les objeta una fealdad inherente, una falta de gusto y corrección que las vuelven inaceptables. El texto no es leído en ningún caso. Se trata de la caligrafía. La incomunicación es entonces inevitable.

Sin embargo el peronismo se ha transformado (o ha sido capturado o su lugar fue usurpado por, etc.) en un partido político dentro del juego electoral. En cierto sentido, podemos decir, fue corregido. Le corresponde a la militancia analizar y brindar veredicto sobre estas cuestiones. Este texto podría resultar útil a tales fines.

¿Qué conclusiones deberíamos sacar de esto en el ámbito de la literatura y en el de la crítica literaria?

Algunas propuestas:


  • Podríamos complicar la relación entre Verdad y Belleza. Entrando ambas en el terreno de la disputa social. Como resultado, los parámetros de belleza heredados de la tradición y los que deban ser creados entrarían también en colisión. Esto implica trabajos de legitimación de los nuevos estándares, etc (eso si solo se basan en criterios estéticos, a fin de esquivar el problema de fundamentar en criterios políticos o éticos, y caer otra vez en el realismo socialista)
    Y esto, solo si no se adopta la perspectiva del dominador y se decide perpetuar las categorías meramente invirtiéndole su valor

  • Al pensar que los géneros menores fueron rejerarquizados justamente por aquellos que se negaban a cualquier cuestionamiento del orden social (Por ejemplo, el fausto de Estanislao del Campo), pensar la separación entre los valores literarios y políticos, como análogo a la separación entre verdad y belleza. Y desde aquí, en una posible reunificación de los dos criterios


¿Debería el peronismo abandonar su criterio exclusivamente político a la hora de referirse a la literatura?